Edison Fernando Peralta Revelo

Cuando tenía 16 años fui invitado por mi tía materna para ir a un culto dominical, y luego de haber asistido por un año reconocí mi condición de pecador y recibí a Jesús como mi Señor y Salvador, esto fue en febrero de 2006, un mes después en obediencia al mandato de Jesús procedí a bautizarme en la Iglesia Bautista Genesareth, en El Triunfo-Guayas, con el pastor Pablo Pazmiño Espinoza.

En los años 2010 al 2013 Dios me dio la oportunidad de servir en la Sociedad de Jóvenes de la Asociación de Iglesias Bautistas del Sureste del Guayas (AIBISEG), estuve en la directiva sirviendo a los jóvenes en diferentes áreas, como cultos unidos, vigilias y oración, campamento de compañerismo, noche de talentos y talleres.

En el año 2017 contraemos matrimonio con Luisa Ortega Zambrano, desde que nos casamos hemos venido preparándonos y sirviendo juntos en los campos misioneros. En febrero del año 2021 junto a mi esposa fuimos nombrados para servir como misioneros nacionales de la Convención Bautista Ecuatoriana, donde el Señor nos permitió servir en Lumbaquí-Sucumbios-Ecuador, empezando la Misión Bautista Lumbaquí. En noviembre de 2021 en la 49va reunión anual de la CBE, en el campamento Bautista Manglaralto-Ecuador, fuimos encomendados para la obra misionera en el sudeste asiático.

“Llamado al servicio Misionero”

La primera vez que escuché de misiones fue en un congreso de la asociación de iglesias bautistas AIBISEG, pero no presté interés en lo que el Señor estaba haciendo en las naciones. Dios me expuso a varios eventos misioneros, pero yo me negaba y criticaba la obra misionera con el argumento de que: “hay mucha necesidad en la iglesia para estar pensando en ir a otro lugar”.

En el 2015 asistí a un seminario de movilizadores sin saber que se trataba de misiones transculturales, cuando llegué al campamento estaba inquieto y lleno de dudas, pero en el último día del seminario ya no podía escaparme más de Dios. En cada taller y plenaria sentía que el Señor las había preparado para mí, parecía que estaba solo en el auditorio y Dios hablándome.

En el tiempo de la cena del Señor ya no pude resistirme más, la presencia de Dios me quebrantó a Sus pies, y me dijo dijo: “Debes morir para ser mi discípulo”, yo respondí en oración “Señor perdóname porque me he estado negando a tu voluntad, soy tuyo, úsame como quieras y a donde quieras”. Desde entonces he venido preparándome y sirviendo en la obra misionera, tanto en la iglesia local, y nivel nacional en la plantación de iglesias.


LUISA JENIFFER ORTEGA ZAMBRANO

En el 2005 entregué mi vida al Señor y procedí al bautismo en la Iglesia Bautista Genesareth, en El Triunfo-Guayas, con el pastor Pablo Pazmiño Espinoza, desde entonces comencé a vincularme en el servicio de mi iglesia local, colaborando en el ministerio infantil por los siguientes doce años. En 2011, luego de asistir a algunos campamentos de señoritas, pasé a servir en la Sociedad Auxiliar De Señoritas Bautistas Del Ecuador (SASBE) como vicepresidenta y presidenta en dos periodos hasta 2017.
En 2014 estudié durante un año en el Instituto Bíblico de la Asociación de Iglesias Bautistas del Sudeste del Guayas (AIBISEG), graduándome al año siguiente.

Testimonio de Llamado a las Misiones

Cuando tenía doce años escuché por primera vez historias misioneras en un campamento de señoritas, esto inspiró mi vida para dedicarla al servicio de Dios; iniciando en mi iglesia local el trabajo con niños y las artes; luego, en un ministerio misionero de señoritas en mi país. Realmente, estaba dando todo, tiempo y recursos al Señor, quería invertir mi vida en la extensión de su Reino.

A la mitad de mis estudios universitarios, mientras estudiaba en un instituto bíblico, recibí la materia de misiones transculturales tuve tres maestras que venían de una agencia misionera Impacto Mundial, ellas me invitaron a algunas de sus conferencias. Desde la primera clase quedé impactada y deseosa por conocer más de la realidad misionera en otras etnias y culturas. Este deseo me llevó a reorientar mi vida.

En septiembre 2015, cuando aún no estábamos casados con Fernando, fuimos invitados al mismo Seminario de Movilizadores en Manglaralto. Todo un fin de semana conociendo la obra de Dios en otras naciones, escuchando testimonios, y no fue, si no hasta la última plenaria del domingo con la cena del Señor donde Dios quebrantó nuestros corazones, al conocer toda la necesidad espiritual en otras naciones dije: ¡Heme aquí, yo iré!

Dos años después nos casamos con Fernando y hemos venido preparándonos y sirviendo en la obra misionera local, nacional y esperando en el tiempo del Señor nuestra salida al campo transcultural.